La antigua civilización egipcia

El país de Egipto, situado entre el noreste de África y el medio Oriente, es la cuna de una de las épocas más ricas del pasado histórico de la humanidad, y por ello debes conocerla. Aunque fue el río Nilo, un río que cruza todo Egipto por tierras muy fértiles,  el que fue congregando a cada vez más seres humanos en torno a sus orillas, formándose poco a poco grupos cada vez más sedentarios. Y es que ya hace unos 5.000 años, aún en la Prehistoria, en la zona que bordea al río Nilo (río que desemboca en el Mar Mediterráneo), la mayoría de las personas vivían de forma permanente en el campo aprovechando los grandes productos y los beneficios de aquel fructífero río (los cuales aumentaban cuando se desbordaba, lo que ocurría frecuentemente), lo que pronto llevaría al nacimiento de una civilización sólida que conocemos como “Antiguo Egipto”.

Ese crecimiento de la población terminó dando lugar al inicio de una de las civilizaciones más importantes del mundo tras el surgimiento de la escritura jeroglífica (un idioma iconográfico) en torno al 3000 antes de Cristo, capaz de llevar a cabo avances y logros asombrosos, muchos de ellos presentes aún hoy. También a una sociedad cada vez más jerarquizada y al surgimiento de las primeras ciudades, asentadas también en torno a las orillas del río Nilo y en donde vivían las personas más poderosas y adineradas del antiguo Egipto: los faraones, los sacerdotes y los nobles (personas consideradas “ilustres” generalmente por sus orígenes).

Esto quiere decir que no todos los egipcios vivían en las ciudades y que muchos permanecieron en el campo o en zonas aledañas. Por ejemplo, los campesinos y los esclavos (que eran aquellos que se encargaban de trabajar la tierra) vivían en el campo en casas muy humildes de adobe, y otros como los comerciantes o los artesanos vivían en pequeños barrios a orillas de la ciudad dedicados principalmente al intercambio de productos, a la cerámica o a la escultura, al igual que ocurría con los fabricantes textiles de lino, y en casas algo más elaboradas hechas en madera o ladrillo.

Pero en el antiguo Egipto, al igual que se construían casas para los campesinos o los sacerdotes, se hacían casas para los faraones (situados en la cima de la sociedad), que eran robustos templos y palacios hechos en piedra y con jardines preciosos y mucha riqueza por todas partes. Y es que los faraones eran considerados los representantes de los dioses en la Tierra, por lo que eran siempre obedecidos y colmados de atenciones por parte de todos, especialmente de sus sirvientes. Así, atendiendo a esto, podemos decir que la sociedad del antiguo Egipto se dividía en: faraones, sacerdotes y nobles, escribas (que eran los que sabían interpretar y elaborar los jeroglíficos, encargándose de todos los registros), los comerciantes y los artesanos, los campesinos y los esclavos.

La vida en el campo en el antiguo Egipto transcurría entre cultivos y cultivos de trigo y cebada y era muy dura: se cultivaban ya muchos productos, como el cereal, las frutas o las verduras, y se dividían las tareas por sexos, siendo los hombres los encargados de arar la tierra y las mujeres de sembrar las cosechas, normalmente de sol a sol. Vivían en casas muy humildes construidas en adobe, que es el derivado de la mezcla entre el barro y la paja cocida al sol, y construían grupos familiares sencillos compuestos por parejas y su descendencia, dispuestos todos a colaborar. ¡Y es que hasta los niños tenían que trabajar en el antiguo Egipto!

Pero a pesar de tanto trabajo y esfuerzo, los campesinos no eran dueños ni poseedores de los productos que cultivaban ni del ganado, ya que todo pertenecía a los reyes o faraones y a los nobles. Los artesanos y los comerciantes, por su parte, sí que podían disfrutar un poco más del esfuerzo de su trabajo, al igual que los escritores, los músicos, los pintores o los médicos, cuya sabiduría era muy apreciada, y se producían muchos intercambios comerciales o trueques (cambio de unos productos por otros) ante la inexistencia aún de moneda, entre los que se encontraba ya la cerveza o el vino, que fabricaban abundantemente, así como otras cosas como el maquillaje o distintos ungüentos y cremas para el cuidado personal. ¡Eran muy inteligentes y habilidosos!

En cuanto a sus creencias, los egipcios manifestaron mucho interés por todo lo misterioso y lo simbólico, rindiendo culto a muchos animales sagrados, por ejemplo, siendo el gato o el escarabajo (que servía para protegerse de los malos augurios) dos de los favoritos. Del mismo modo, veneraron también a muchos dioses (eran politeístas), entre los que destacaron Ra (el dios del sol), Horus (dios del cielo) o la diosa Isis (diosa de la magia, de la maternidad y reina de los dioses y protectora de Egipto). Cada dios tenía un poder concreto y una serie de historias asociadas que los egipcios reflejaban en mitos y leyendas que pasaban de generación en generación en lo que se conoce como “mitología egipcia”.

Pero también mostraban mucho interés por la muerte, pues estaban convencidos de que solo era el inicio de una vida más allá (el nacimiento de una nueva y fructífera vida) y por eso al morir se momificaban y se rodeaban de todo aquello cuanto creyesen que podrían necesitar, y se construyeron pirámides para que los faraones pudiesen descansar en ellas y prepararse para tal fin en sarcófagos funerarios como el de Tutankamón.